Tajinastes

La Palma es una isla bendita en fragancias. Del paradójico aroma dulzón de los salaos al mentolado frescor de los pinares, sus campos aturden al visitante con un catálogo casi infinito de bálsamos. El resultado de la libre evolución de sus especies vegetales, aisladas durante cientos de miles de años. La biodiversidad de la flora de La Palma se debe a su aislamiento geográfico y a sus numerosos microclimas. Cuando la isla emergió del océano, hace unos dos millones de años, muchas especies mediterráneas, del norte de África y de las Islas Canarias más antiguas colonizaron el nuevo territorio, donde evolucionaron hasta convertirse en especies diferentes de las originales. En función del clima y la altitud, la flora se agrupa en diferentes pisos de vegetación, determinados por la orografía y el predominio de unas especies sobre otras. Existe un importante número de especies endémicas situadas en los diferentes pisos de vegetación, lo cual convierte a la isla en un hermoso jardín botánico. Un apartado especial lo configuran los tajinastes. Que durante su época de floración tiñen de hermosos colores el paisaje agreste de la cima isleña.